"Amigo mío, ¿necesitaré decírtelo a ti, que has sufrido más de una vez viéndome pasar de la tristeza a la alegría más alborotada, y de una dulce melancolía a la pasión más violenta? Trato a este pobre corazón como a un niño enfermo; le concedo cuanto me pide. No se lo cuentes a nadie, que no faltaría quien me lo censurase."
Qué fácil le resultaba a la pobre muñeca tirar de uno de los hilos que colgaban de sus costuras y desinflarse en unos segundos. Menos mal que aprendió a coser.