Luces, olor a vino caliente y comida, adornos, juguetes y el humo de una pequeña locomotora que da vueltas sin cesar. Pasa una y otra vez por el mismo sitio. Y gira y gira y gira... Hasta que llega la noche y para. Ya no hay risas de niños, ni gente, ni luces, ni adornos. Ya no hay nada. Solamente yo preguntándome que pasó para que todo se diluyera y me dejara sola.
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