miércoles, 25 de agosto de 2010

2007

Por una calle solitaria vaga un alma corrompida por el dolor. Lloran las esquinas y cada paso es un avance hacia ninguna parte. Es una noche oscura y silenciosa, donde hasta las estrellas parecen palidecer de tristeza. La muerte invade cada rincón de la lúgubre calle que se convierte en un laberinto de difícil escapatoria. Los sentimientos afloran con más intensidad; tanta que, por mucho que corramos, es imposible huir de ellos. El cielo llora desconsoladamente.

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