viernes, 13 de agosto de 2010

Retales

Amanece un día de octubre como otro cualquiera, cuando a las 12 vi que me había quedado dormida. Con la vuelta a la rutina vuelven también los antiguos vicios, y me enciendo el primer cigarro de la mañana mientras pongo a calentar la cafetera. Como de costumbre, mi mente se va despertando lentamente a medida que mi organismo va digiriendo el frío café (una ducha demasiado larga) que apuro sin ganas. Después del segundo cigarrillo intento hacer algo de provecho, pero mi díscola mente, absorta aún en los pensamientos que me reconcomían la noche anterior, se niega a centrarse. Hay demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas dudas... Y además faltan la ilusión y el optimismo, que siguen en busca y captura.



Gracias por la ayuda, por no pedir nada a cambio, por soportarme, mimarme, por las risas, las fiestas, los viajes... GRACIAS por estar ahí cuando os he necesitado.

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